En 1884, el reverendo Edwin Abott escribió un pequeño libro, un cuento, que llamó Flatland (País Plano), en el cual describía un mundo de tan sólo dos dimensiones, una superficie plana donde coexistían seres de diversas formas geométricas incapaces de ver más allá de su realidad bidimensional. Todo parecía normal hasta que un día, uno de sus habitantes, un cuadrado, tuvo una visión increíble, diferente, anormal. Recibió la visita de un ser tridimensional, una esfera. Pero cuando el objeto penetró en el país de Flatland, sólo pudo percibir su sección transversal, es decir, un círculo. El visitante, no satisfecho con su visita, le abrió los ojos al cuadrado para que pudiera ver el mundo tridimensional. Cuando el cuadrado explicó todo lo que había visto nadie quiso creerlo y lo tomaron por loco, encerrándolo a posteriori en la cárcel. Este libro ya planteaba de forma satírica las limitaciones de nuestra percepción cotidiana, y de cómo la Estructura reacciona ante una percepción diferente.