Mi hijo pequeño ha cumplido 12 años hace unos días.
Todos los días nos damos un abrazo en el que no hay ninguna expectativa más allá de expresar la alegría de encontrase el uno con el otro. Estos doce años han sido para mi años felices y plenos. Todavía en esta edad me dice: “te quiero muchísimo” y “eres el mejor padre del mundo”. Yo le sonrío y con la mirada intento transmitirle cuánto le quiero. Es precioso como el Principito de Saint Exúpery y le adivino como un alma pura y limpia. Por la mañana, al levantarme, doy gracias a Dios por mi hijo. Por la noche, antes de dormir, vuelvo a dar gracias, y le mando los mejores pensamientos. Antes de dormir le pido siempre que piense unos instantes en los grandes seres, para que le inspiren y fortalezcan en sus sueños.