Asumo y admito sin pesar el coste de escribir sobre aspectos de nuestra crisis económica. Me refiero a la calificación de pesimista estructural con la que los optimistas profesionales, sean del costado que sean, aplican a quienes se encargan de describir eso que llamamos realidad. Vamos, lo que tenemos entre manos, lo que nos afecta diaria e impenitentemente en nuestro quehacer, como individuos y como profesionales. Pues, como digo, lo asumo, porque es el coste de expresar la visión de una realidad que no es en absoluto placentera. Así que aceptado. Aunque admito que puedo estar equivocado.
En EEUU acaban de reconocer, por lo visto, mejor dicho, por lo leído, que pecaron de optimismo. Creyeron que con 787.000 millones de dólares, una cifra mas que astronómica, casi astrológica, los problemas entrarían en una vía rápida de solución. El dinero es muy poderoso, nadie lo duda, pero no es omnipotente. Sobre todo cuando se trata de cantidades ingentes de masa monetaria artificialmente creadas, dinero de “darle a la máquina”, que no se corresponde con una previa creación de riqueza. Quien ha hecho el reconocimiento es, precisamente, el Vicepresidente de EEUU, Biden, no uno cualquiera. Un politico, vamos, no un funcionario encargado de elaborar informes de coyuntura . “No supimos interpretar lo mal que estaba la economía”. Eso ha dicho.