Pues sí. Dos nuevos pesimistas institucionales se atreven a verter juicios nada optimistas sobre nuestro presente y, lo que es peor, sobre nuestro inmediato futuro. Se ve que no entienden eso de que si piensas que todo va bien consigues que así vaya. Pues no lo piensan. Yo tampoco.
Por eso digo que no me importa que me llamen pesimista cuando analizo lo real. Insisto: pesimista no es quien reconoce la realidad, sino quien se deja dominar por ella. La primera premisa para edificar con solidez es conocer la realidad de los cimientos. Nos guste o no. La segunda: querer superar lo que tenemos. La tercera, trabajar con la mente y el cuerpo. La cuarta, el ánimo, la disposición de ánimo, esto es, la voluntad. La quinta, la valentía, porque se necesita valentía. Sobre todo en estos tiempos. La última gestionar adecuadamente el recuerdo y la esperanza.
Yo construi una casa y me dijeron que tenía el suelo algo que llamaban arenas movedizas o parecido. Y tuve que crear unos cimientos especiales. No me hizo gracia porque costó mucho dinero. Han pasado 22 años. La casa sigue intacta. Y en ella he pasado muy buenos momentos. Quizás si hubiera negado lo real, las casa y las cosas habrían resultado lamentablemente distintas