En los momentos actuales, escribir, siquiera confeccionar frases coherentes con palabras de uso corriente acerca de un impuesto especial para los bancos, o mas exactamente, para los diversos tipos de entidades financieras que pueblan el sistema, podría ser interpretado de muy diferentes maneras, entre las que no dudo surgiría, algo debilitada por los tiempos que corren, la de que sus autores, quienes osen proponer semejante desatino, son auténticos anti-sistema….
Podría interpretarse, por ejemplo, como un oportunista intento de aprovechar la incuestionable mala imagen que tiene el sector en EEUU y Europa, y no sólo el sector, sino también sus protagonistas, con nombres y apellidos en algunos casos, derivada, no solo de una mas o menos abstracta contribución a la crisis, o, incluso, del hecho comúnmente aceptado de ser los principales causantes de su aparición y persistencia, sino de hechos concretos e hirientes, como, por ejemplo, negarse a financiar a las empresas del sector real provocando con ello su entrada en concurso de acreedores, o incluso su desaparición. Y aun admitiendo que esta negativa pueda derivar de problemas bancarios con eso tan raro que se llama “recursos propios computables”.
Aún asumiendo este riesgo, el Gobierno Belga acaba de lanzar la idea al pedir al sector financiero, no se si con la boca chica o grande, que contribuya a paliar de modo especial el agujero creado en las arcas públicas.
Inmediatamente después de leer semejante cosa, algunos se apresuran a calificar a la idea de propuesta achacosa, apelando para sustentar el calificativo a la conocida Tasa Tobin, que toma su nombre de James Tobin, un premio Nobel de economía que propuso en los años 70 aplicar una pequeña tasa de 0.1% a 0.25% sobre las transacciones de divisas. Dicho quizás mas claramente: sería un intento de reducir las especulaciones en divisas, al tiempo que podría servir en momentos de crisis para que, al aumentar los gobiernos el tipo aplicable, se redujeran las posibles huidas de capitales.
Pero al margen de la crisis, algunos pensadores de izquierdas,-o eso dicen ser- proponen la utilización de dicha tasa, a la vista de la globalización de los mercados, preferentemente el financiero, para “recaudar fondos adicionales y mejorar los servicios públicos y la cooperación y desarrollo mundiales”. Seguir leyendo