Hablando de gestión del recuerdo, ayer vi, por segunda vez en mi vida, quizás tercera, el Padrino III, a la que entonces consideré la peor de la trilogía maestra, porque me resultaba excesiva en ficción, en su versión de la podredumbre de finanzas, políticos, justicia y hasta la curia. No se si por coincidencia de fechas, atiborramiento de experiencias, la lluvia-nieve que caía o las meigas gallegas que andan de ronda nocturna en estos movimientos lunares, lo cierto y verdad es que en esta ocasión me resultó demoledora. Determinadas partes del diálogo contienen la acidez de una radiografía de pulmón con resultado negativo. En determinados ambientes es peligroso ser honesto, llegaba afirmar el segundo de los Don antes de ceder los trastos al tercero.
Y para colmo esta mañana me veo obligado a leer un artículo de El País sobre la Justicia. Una vez mas insisto en que una Justicia deteriorada en su imagen y corrompida en su funcionamiento no es un problema sólo de los jueces sino de la sociedad en su conjunto, de todos nosotros, porque nos guste o nos desagrade la Ley pasa en su aplicación por un sistema, el judicial, que se compone de hombres, los jueces, que reclaman una estructura moral determinada para poder cumplir su misión. Si el Juez entiende por justo aquello que le conviene, el sistema se pudre en nuestras carnes, en nuestras vidas, libertades y haciendas. Es imprescindible que esta idea la tengamos clara. Por pocas cosas merece la pena tanto la lucha como por una justicia digna, y no existirá esa diosa justa actuando sobre los mortales, por puro que sea el modelo teórico, mientras jueces corrompidos sigan aplicando la ley, es decir, demoliéndola en la sustitución de lo justo por lo conveniente, mientras los políticos sigan nombrándolos para que, dejando a un lado normas y preceptos, les solventen los problemas legales/judiciales que pueden enturbiar su acceso a o su mantenimiento en el poder. Seguir leyendo →