Ayer,en Intereconomía, volvía con mi discurso: el problema de España, en el plano económico/social, reside en que estamos endeudados hasta las cejas, no ganamos suficiente dinero para pagar nuestras deudas, y, encima, no se tiene confianza en el consejo de administración, ni en su Presidente, consejeros delegados ni cuadros directivos. Los dos primeros datos pertenecen a lo que llamo la dictadura del hecho porque son empíricamente constatables. Los niveles de endeudamiento exterior que alcanzan 1.8 billones de euros entre deuda pública y privada, de un lado, y las cifras deficitarias de la balanza comercial, no compensada por entradas y salidas de invisibles, de otro, evidencian cuanto digo.
En cuanto al último aspecto, las encuesta son abrumadoras: la desconfianza de la población hacia la gestión del Gobierno alcanza cifras abrumadoras. Y no es de extrañar dado su conducta a lo largo de la crisis, comenzando por un Ministro Solbes que no solo negaba su existencia sino que, además, insultaba a quiénes queríamos advertir de la que nos venía encima. Después, poco a poco, tuvieron que reconocer que la crisis vivía con nosotros. Pero muy lentamente. No hicieron nada, o nada serio y profundo, y cuando comenzaron a pensar en adoptar medidas, los efectos devastadores de la situación se traducían en datos capaces de generar desesperanza: mas de doscientas cincuenta mil empresas desaparecidas y mas de cuatro millones de españoles en paro.
Ello, inevitablemente, deterioraba el estado de nuestras cuentas públicas y privadas aumentando a niveles alarmante el déficit, la deuda pública y el endeudamiento privado del sector real y financiero. Y, por si fuera poco, con magnitudes difícilmente manejables, porque ¿acaso podemos permitirnos dejar sin cobertura alguna a los cuatro millones y medio de parados? ¿No provocaríamos con ello una situación social insostenible? Y lo digo con independencia del evidente respeto que reclama toda persona humana.
Pero al propio tiempo los niveles de confianza de los ciudadanos en la capacidad de la oposición de darle solución a nuestros problemas en el caso de alcanzar el poder, no reciben mejor trato, lo que sitúa al país en una extraña posición en la que se desconfía del Consejo de administración presente y del previsible o posible sustituto. Un algo de paranoia parece invadirnos.
Pero es que, además, la crisis está poniendo a prueba nuestro modelo de Estado. Las declaraciones del Vicepresidente Tercero evidenciando la impotencia del Estado para imponerse en estos tiempos que corren a las decisiones de la Comunidades Autónomas, cuando se trata de una verdadera emergencia nacional, debe, cuando menos, llamar a la reflexión a las mejores mentes de este país. Pero, desgraciadamente, como ya hemos dicho, los Colegios Profesionales, las Asociaciones, Las Universidades y los intelectuales parecen los grandes ausentes de este debate, consecuencia de una sociedad plana, sin estructura, sin pulso, sin mecanismos de respuesta, como la que hemos creado.
Y digo hemos creado porque es así. Es cierto que la responsabilidad directa de esta crisis dimana de los políticos en la gestión de los asuntos públicos y los banqueros en el destrozo causado al mecanismo de suministro de crédito. Curiosamente ninguno de ellos parece asumir mas responsabilidades que un tímido verbalismo acusatorio. Y los reguladores, el banco de España, que impulsaron el concepto de riqueza financiera, que forzaron el alejamiento de la economia real, que llevaron un modelo financiero que se encuentra en la base del desastre, no supieron siquiera entrever la magnitud de lo que se nos venía encima. Y, por si fuera poco, ahora manejan las contabilidades de las entidades financieras siguiendo las pautas, no de las mejores prácticas contables, sino de las veleidades de coyuntura del poder político, mas atento al voto que al fondo del problema. La credibilidad de esa institución, Banco de España, una vez evidenciado obscenamente su comportamiento, se encuentra mas allá de un puro bajo mínimos.
Pero, seamos sinceros, los responsables últimos son los empresarios y el cuerpo social, que, al fin y al cabo, como por una especie de compensación kármica, somos los verdaderos paganos de esta situación. Nos hemos desentendido de los asuntos públicos. los hemos dejado en la consideración de “cosa de otros”. Nosostros nos hemos dedicado a eso que llamamos “lo nuestro”. De este modo hemos permitido y fomentado la aparición de una verdadera clase, la clase política, que responde al viejo modelo de casta: suministro y reposición por el mecanismo de la endogamia. Y así nos va. No solo monopolizan el debate de lo público, sino que administran nuestros dineros, no con la filosofía del administrador responsable, sino del dueño absoluto que solo responde ante sí mismo.
Y mientras esto siga así, no podemos pretender que verdaderamente las cosas cambien. No se trata solo de apelar al necesario protagonismo de la sociedad civil, no se trata de volver al plano verbal de lo que llevo reclamando sin el menor éxito mas de 17 años. Se trata de dar pasos concretos. Claro que para comportarnos de un modo diferente es necesario que pensemos de modo diferente. ¿Se encuentra madura la sociedad para pensar, para comenzar a pensar de modo diferente? Puede ser que si. Presiento que al menos en germen la respuesta es positiva. Pues entonces debemos comenzar por terminar con el monopolio de los políticos en la gestión de la cosa pública. No será fácil, porque se negarán. Y no lo harán por consideraciones de eficiencia de la propuesta, por entender si es beneficiosa o perjudicial para un proyecto llamado España, sino por cómo y de qué manera eso afecta a sus intereses personales. El olvido de la posición de administrador para instalarse en la de falso dueño del negocio, va a evidenciarse de manera lacerante ante semejantes posiciones.
¿Deben los empresarios colabora en la gestión de los asuntos públicos? ¿Acaso tiene sentido que dejen los aspectos mas trascendentes en manos de terceros que se mueven por parámetros diferentes a los de la mejor gestión? ¿Acaso debemos seguir instalados en que el temor al voto sea la herramienta para el comportamiento en asuntos de semejante magnitud?
Ayer se comenzó a plantear este debate en el programa. No estaba previsto, al menos no figuraba en la temática de asuntos que expuso el presentador del comenzar. Pero es que se encuentra en la mente de todos. El fracaso de la clase política y financiera es tan rotundo como demoledor. El fracaso de la actitud de desprendimiento acerca de la sociedad civil protagonizada por todos nosotros, es devastador. Si no le ponemos remedio, mejor dejar de hablar, redactar, escribir, charla y parlotear.
¿Cómo? Eso es parte del asunto. Y digo parte porque la primera premisa es la voluntad de no renunciar a la gestión de los asuntos públicos. Una vez interiorizada esa decisión se encuentra el cauce. ¿Deben participar los empresarios en la gestión de los asuntos públicos de la vida local? ¿Deben los empresarios incorporarse al modelo político asumiendo responsabilidades directas? ¿Podemos consentir que mentes claras vivan al margen de la gestión de lo público mientras las mentes espesas se enseñorean del escenario, del guión de los actores ante un atónito patio de butacas y un repleto anfiteatro?
No. Creo que no y es la hora de asumirlo. Y eso tendrá sus costes, no lo dudéis. Porque aunque nos parezca extraño los políticos se negarán por meros interese personales de esencia egoísta. E incomprensible, claro, cuando han sido responsables del caos. Mi tesis de lo sucedido entre 1994 y 2010, con ocho años de Gobierno del PSOE y del PP, evidenciando que los principales problemas de nuestra sociedad, económicos y políticos, no sólo no han tenido solución sino que han sufrido un empeoramiento tan evidente como insoportable, evidencia que el sistema falla.
Tenemos que repensar el Estado, en sus funciones y estructura. Y ellos, los políticos, no lo van a hacer. Las Universidades, Academias, Colegios, intelectuales y demás parafernalia no somos capaces de saber en dónde se encuentra su escondite. Es nuestra responsabilidad. Ya se que muchos admiten la premisa y simplemente cuestionan el cómo. Bien, pues comencemos con iniciativas, pero iniciativas susceptibles de ser puestas en práctica.
Por ejemplo, ¿tiene sentido que los empresarios participen en las listas de los partidos en calidad de independientes? Esto lo reclamaba Baltar, en un discurso en mi tierra, en Galicia, ante la atónita mirada de los asistentes, políticos de profesión casi todos. Tiene razón: si no entra nueva sangre en la vida política….
El Presidente de Chile declaraba hace unos días que bien merece la pena a los empresarios dejar por un tiempo sus empresas para colaborar en la mejor gestión de su país. En la misma línea ayer, según me cuentan, el Presidente de Panamá. Parece que nuestro hijos de América se adelantan a su propia madre. Aquí nos va a costar mas que en el otro lado del Atlántico. Si no al tiempo.
En EEUU una elecciones parciales han provocado un terremoto: los candidatos de los partidos de siempre, republicano y conservador, han sido derrotados a manos de outsiders. Y, curiosamente, segun he leído, la peor parte se la lleva una persona apadrinada por el Presidente Obama. Quiero abrir este debate porque es el debate actual. La clase política ha fracasado en la gestión de los asuntos públicos, porque el modelo de selección de sus componentes responde a la noción de casta. No van a reformar nada en profundidad. Ni su sistema selectivo, ni el modelo financiero, ni el modelo de Estado. Van a seguir pendientes del voto como norte y guía. Y tenemos que repensar el Estado: en funciones y estructura. No me cabe la menor duda. Es hoy una exigencia tal evidente como lo era cuando la reclamé en mi libro El Sistema. Y a la vista está que nada han hecho, ni un milímetro se han movido en esa dirección. Es la hora de que los empresarios en particular y la sociedad en general pasen a ocuparse de modo directo de los asuntos públicos, porque son nuestros asuntos y no sus asuntos. Si la solución a la crisis depende de la inversión empresarial y del suministro del crédito, hay que ocuparse de que eso se produzca, pero de verdad, no confeccionando literatura para consumo de aficionados a la demagogia. Pero no será fácil. Preveo una tensión entre la sociedad civil y la clase política. Puede evitarse o disminuir su intensidad, pero para eso es necesario que abandonen los políticos la posición de dueños y admitan ser administradores ¿Lo harán?
Es la hora de reclamar lo nuestro, es la hora de ocuparse de los asuntos públicos,
Creo que Mario Conde es un buen político, ya que ha demostrado ser un gran filósofo, un gran economista, un gran abogado, y un gran psicólogo, capaz de nadar en la cresta de la ola y capaz de no sucumbir en el ojo del huracán. Después de 15 o 16 años en la cárcel, habiendo caído o siendo derribado de las alturas, y salir indemne de toda experiencia vital, me demuestra que posee un gran valor , como persona. No lo conozco personalmente, pero por «sus obras los conocereis», y lo que se desprende de su vida son acciones muy grandes , a todos los niveles, ya estuviera en la alta sociedad económica y financiera, como en la cárcel, ayudando a otros presos con lo que él sabía hacer.
Me inclino ante un hombre así, y me alegro de estar aqui, con gente que si han venido aqui, como abejas a la miel, es porque la bondad de su corazón y la inteligencia de su conciencia, les ha hecho llegar. Por ello me gustaría conoceros más personalmente.